Primero hice la tinta en la hoja de papel, lo doble y lo puse debajo de la almohada. Al día siguiente no apareció ninguna letra; lo único que descubrí fué la mancha azul que no pude sacar nunca.
Una noche de San Juan hice la prueba de la vela, tenía que dejar caer veintiún gotas de una vela encendida sobre una palangana con agua, se formó una "Z"... ¡¡¡ una Z !!... cuántos nombres de hombres que comienzan con "Z" conocen... yo sólo uno... el almacenero Don Zoilo, no me gustaba y era demasiado grande para mí.
Al año siguiento hice la prueba del banano, tenía que clavar un cuchillo en la planta y al día siguiente la herrumbe tendría las iniciales de mi futuro marido y para mi sorpresa salió una "X"... ¡¡¡ una X !!!.. y el único hombre con esa letra era un brasilero que conocí en San Javier, un canoero de Porto Xavier... pero tampoco me gustaba.
Y la última noche de San Juan como soltera, hice la prueba que tenía que salir de casa luego de la medianoche y abrazar al primero que encuentre, y según la tracidición ése podía ser mi pareja. Así fué que el destino me lo puso al Roque... que trabajaba de sereno en el barrio.
Mi marido participaba todos los años en la fiesta, siempre ganaba con el palo enjabonado, el Roque es jubilado de EMSA y estaba acostumbrado a subirse a los palos, y nuestro nieto también es bueno subiendo a los postes pero para engancharse a la luz... tiene una velocidad para eso.
No me gusta lo de cruzar las brasas, es muy peligroso. El otro día mi hijo Roberto, del fuego del asado sacó carbón, y quiso hacer la prueba en el patio.. Hay que dolor... estaba un poco pasado de copas, ya se imaginan cómo termino.
Otro mal recuerdo que tengo es cómo arruinó su carrera profesional mi vecino Sergio, el arquero del barrio. Atajaba para la primera de Guaraní, embolsó la pelota tatá y no se dió cuenta, quedó con quemadores de primer grado... nunca más quiso ver una pelota.
Ojalá que las solteras encuentren en la noche de San Juan el amor de su vida con cualquiera de las pruebas.
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