Escuchar a los padres quejarse por la suba de los elementos escolares para el inicio de clases me hace acordar a mi época y de la de mis hijos en la que en esta fecha estábamos recorriendo las librerías.
Escuché que mi nieto más chico quiere una mochila “Power Ranger”… Mmm ma que Power ni que Ranger, nosotros teníamos que usar el portafolio de cuero que mi mamá le pasaba betún para que brille como el sol.
Mis nietos quieren forrar sus cuadernos con “Patito Feo”, “Hi5” y “Micky Mouse”; no señores nada de eso, no les voy dejar, van a usar forros papel araña azul (todavía tengo algunos que me sobraron) nada de dibujos que los distraiga.
Me di cuenta que las mamás de ahora no tienen ingenio, no saben que hacer cuando se les termina la “Plasticola” o el “Boligoma”; nosotros no teníamos ese problema, usábamos harina y agua para hacer un engrudo que te pegaba hasta las cerámicas del piso de tan bueno que era.
No sé por qué compran guardapolvos tan caros si a la semana se manchan con tinta. Nosotros debíamos cuidar como oro, nada de manchas pues el mismo nos servía desde primer grado inferior hasta cuarto. Y si no crecíamos mucho hasta terminar la primaria.
Nosotros sabíamos lo que era el ahorro. Por ejemplo para no perder el lápiz y la goma, lo atábamos con un hilo uno con otro; eso sí si perdía los dos, la barita de durazno quedaba marcado en las piernas. Ahí no lo volvías a extraviar.
Hay tantas cosas lindas como el olor a nuevo de las cartucheras y los manuales. Y muchas otras cosas más que seguramente los nostálgicos se acordaran de: Plunin y tinta china, los cuadernos Avon y Laprida en espiral, Compás de plástico donde colocabas el lápiz, Birome gorda multicolores, Sacapuntas de metal, la goma Dos banderas las hojas y cuaderno Rivadavia; los colores Faber Castell en lata, tinta china y papel secante.
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